14 jun 2015

Avanzando para mejorar el micro crédito



Salomón Raydán
La mayoría de las personas que conocen nuestro trabajo, me califican como “experto en micro finanzas”, pues tengo largo tiempo estudiando, divulgando y promoviendo el tema, pero la verdad es que hace mucho salí del mito o mitos que rodean al micro crédito. Lo cual no significa que no lo valoro como un instrumento importante que contribuye a generar oportunidades económicas reales, pero hemos entendido que es un instrumento limitado. Hay demasiado esfuerzo puesto sobre este instrumento que se ha venido convirtiendo en una especie de pantalla detrás de la cual se esconden grandes y variadas limitaciones.
El micro crédito no es para nada el instrumento financiero más necesitado o apreciado en los sectores populares. Mucho menos, si vemos que la industria micro financiera, ha estructurado su cartera con fines y montos demasiado específicos: micro empresas y micro empresarios.

Por años hemos venido repitiendo que los micro empresarios representan un porcentaje muy pequeño de la población y que los servicios financieros deben dirigirse a la totalidad de la población y no solo a ese porcentaje. El ahorro es un servicio posiblemente más necesitado que el crédito. Los servicios de protección (seguros) son otra prioridad para reducir la vulnerabilidad de las familias en las economías populares y que seguramente tendría efectos más importantes en ellas, si logramos su genuina masificación.
La actividad financiera de los pobres es extraordinariamente dinámica. Para sobrevivir en su medio o entorno, deben convertirse en verdaderos expertos en el manejo de diversos instrumentos financieros. Si lo analizamos del lado del ahorro, veremos como muchos esconden y guardan parte de su dinero, debajo del colchón y también se unen a un “Susú”, o rueda. También hay quienes juegan (en especial las mujeres) con distintos mecanismos de ahorro al mismo tiempo, en forma simultánea. Participan en un “San” con los vecinos en el barrio mientras tienen otro con sus compañeros de trabajo. También hay muchos que compran joyas para poder mantener el valor del dinero y otros forman clubs de ahorros con la familia. Como cualquier financista especializado, la gente de los sectores populares, diversifica su portafolio de inversión y de ahorro.
Si lo vemos por el lado del crédito la actividad es muy parecida, altamente dinámica. Numerosas personas le deben al prestamista, sobre todo si se trata de montos altos. Tienen una pequeña deuda con la mamá, la tía o cualquier otro familiar. La mayoría está endeudada con el bodeguero, con el turco que vende ropa, con la vecina que vende AVON y con el “Sanero”. Quizás tengan deudas con la casa de empeño o con algún vecino que les vendió alguna prenda o joya. Sabiamente mantienen diferentes fuentes de endeudamiento porque los ingresos son fluctuantes y las necesidades más aún.
Por el lado de los seguros o de las protecciones -como me gusta llamarlos-, la cosa es similar. Hay quienes tienen algunos fondos guardados exclusivamente para hacer frente a gastos ocasionados por enfermedades o la eventual muerte de familiares. Y muchos, quizás la mayoría en las zonas rurales, al menos tiene contratado algún tipo de seguro funerario. De hecho, me atrevería a afirmar que las cooperativas más exitosas y sostenibles en el oriente venezolano son las funerarias. Caras, costosas, sin duda, pero prestan el servicio.
El drama de fondo es que gran parte de los instrumentos financieros y de protección disponibles para estos sectores de la población, son de mala calidad. Por ello los Bankomunales que hemos impulsado, son un esfuerzo serio y sustentable por tratar de diseñar mejores mecanismos y ponerlos a la disposición de la gente. Son una respuesta que busca mejorar -desde la informalidad- al menos algunos de esos instrumentos. Su éxito y la importancia que van alcanzando de cara al futuro, tanto dentro como fuera de Venezuela, nos anima y estimula, pero estamos conscientes de que nos falta mucho trabajo aún para mejorar, para optimizar el modelo, y abarcar servicios más amplios y de calidad. Es en esa dirección que continuamos avanzando.
Cuando me preguntan si los Bankomunales tienen sede (cosa que muy frecuentemente indagada por los banqueros) siempre respondo que no se trata de una institución, sino de un método. Es un modelo que como hemos explicado busca mejorar los mecanismos informales y transformarlos en instrumentos financieros más útiles, seguros, diversos, eficientes y que además -muy importante- brinden educación financiera. No es tarea fácil y si lo logramos, transformaremos sin duda el verdadero sistema financiero, es decir, el que utiliza más del 70% de la población mundial.
Para nosotros, ya pasó la era del micro crédito. No podemos paralizarnos y quedarnos en los elogios de gran éxito de las finanzas populares. Sin duda es un valiosísimo instrumento, pero ya está aquí y llegó para quedarse. Ya se instauró y ha generado los conocimientos y destrezas suficientes como para que se siga haciendo bien. Ahora debemos y nos toca avanzar. Como acertadamente lo señala el calificado y tantas veces citado Peter F. Drucker “La mejor manera de predecir el futuro es crearlo”. 


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