16 nov 2014

La otra microfinaza y la educación financiera

El dinero, como señalan los psiquiatras, es un elemento que estimula nuestras más variadas fantasías, pero también puede ser el que nos obligue a tener sentido de la realidad
Estoy convencido de que muchas de las razones por las cuales la pobreza se ha instaurado, casi como si fuese un mal necesario, tienen sus raíces en la manera en que los temas financieros han sido presentados a las clases populares. La pobreza no es un mal congénito del cual no nos podamos librar. Dentro de algunas generaciones (quizás menos de lo que ahora nos parezca) la pobreza la veremos como la esclavitud, un mal que parecía necesario, pero que fue realmente erradicado, al menos como política pública y legal.

El mundo ha dado pasos importantes en este sentido y más allá de las opiniones pesimistas, la verdad de los números es que, aun cuando sean inconcebibles las grandes diferencias, la pobreza absoluta, medida (erradamente) en términos de ingreso, se ha ido reduciendo. Esto parte entre otras cosas, de la atención puesta al problema desde todos los sectores y reflejada como principio en las "metas del milenio". Ahora bien, desde el punto de vista estrictamente económico-financiero, tan importante es aumentar los ingresos, como el establecimiento de capacidades que permitan sostener estos ingresos (sostenibilidad del crecimiento). Dentro de las capacidades a establecer, una sumamente importante es la educación financiera, o en otras palabras, enseñar a usar el dinero como instrumento para generar mayor calidad de vida. 
No deja de resultarme sorprendente la manera en que algunas instituciones nacionales o internacionales han entendido este tema. Si damos una mirada en Internet a la palabra "Educación Financiera" nos vamos a encontrar con una serie de programas, muchos de ellos desde los bancos centrales de los países, donde se dedican los esfuerzos a enseñar los valores de las monedas, el rol del Banco Central o cosas por el estilo. Todos, asuntos de relativo poco efecto, en términos de mejorar las capacidades de las personas para sostener el crecimiento económico. Lo conveniente y efectivo es algo mucho más profundo que eso, tiene que ver con la transformación del individuo para des-mistificar el dinero y su uso. 
La irrealidad asociada y fundida con el dinero nos escolta como un fantasma, camina con nosotros a la bodega y nos acompaña cuando escuchamos a un presidente, un patrón, un especialista, o cuando compramos una prenda costosa o usamos los recursos familiares en una fiesta que, racionalmente no podíamos costear. Esa irrealidad es proyectada desde nuestras propias emociones (miedo, culpa, ansiedad, autoestima, etcétera) y nos impide ver el dinero como un "instrumento de intercambio". Algunos argumentarán que en realidad el dinero es más que un instrumento de intercambio, sin embargo su complejidad se centra en que ha perdido su significado original de instrumento que valoriza bienes y servicios, diseñado para sustituir el simple trueque y ha entrado en nuestras vidas como un gusano que recorre desde la compra de zanahorias, hasta nuestras emociones más íntimas. 
Educar financieramente, insisto, significa des-mistificar, develar, desnudar, limpiar los fantasmas y los mitos, para crear sentido de realidad económica. El dinero, como bien señalan los psiquiatras, es un elemento que estimula nuestras más variadas fantasías, pero también puede ser un elemento que, bien manejado, nos obligué a tener sentido de la realidad. ¿Pero cómo logramos esto?, ¿Cómo ponemos transparencia en algo que se ha convertido en misterio para el bien de algunos privilegiados? 
Allí aparece otro mito, pues confundimos técnica y conocimiento, confundimos lección con entendimiento. No se trata de educar mostrando procesos externos y formales, se trata de educar apartando, hasta donde sea posible, los fantasmas. La cosa no es enseñar contabilidad o planificación o presupuesto familiar, herramientas valiosas, pero insuficientes; se trata de desarrollar instrumentos que permitan a las personas de la calle, ejercer plenamente los derechos económicos y ser sujetos (no solo objetos) de la economía. 
Un elemento poderoso para esta des-mistificación y la creación de capacidades, es el concepto de propiedad. Ser propietario transforma internamente a las personas. No importa si esta propiedad es individual o colectiva, siempre y cuando la misma no sea difusa,  que  los límites  de  lo  mío y lo tuyo sean cuantificables. En nuestro modelo de la otra Microfinanza, sin duda allí radica uno de sus factores de éxito, la propiedad está totalmente definida en las acciones que cada uno posee. Esa diferenciación clara ha permitido que organizaciones comunitarias, formadas por gente común, con niveles más bien bajos de educación y totalmente autorreguladas, hayan logrado sostenerse por más de 15 años, sin la intervención de instituciones externas. En nuestro modelo, contrario a muchas cooperativas de ahorro y crédito, el poder está en el individuo y no la organización. Todas las ganancias no son acumuladas, son repartidas entre los socios. De esta manera el individuo y no la organización son el centro de la ecuación. He visto en muchos países cooperativas muy poderosas y ricas, mientras que sus socios han mejorado muy poco sus niveles de vida. 
Esa es una manera de educar financieramente, pues la gente se hace verdaderamente propietaria y protagoniza ese derecho de manera práctica. Si bien algunos de los miembros no pueden ejercer el derecho de propiedad de bienes de mayor cuantía, las acciones del Bankomunal representan una manera simple de interiorizar este concepto. Las acciones financieras se vuelven un elemento transformador, generador de capacidades que ayudan a sostener el crecimiento. 
 

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