1 ago 2014

Salomón el de los Bankomunales

Por: Salomón Raydan
 Los Bankomunales tienen distintas caras y manera de entenderse. Para los más distantes,  no son más que unas simples organizaciones comunitarias, dedicadas a dar créditos entre sus dueños. Entre los académicos, una ingeniosa, sencilla y económica solución para llevar servicios financieros de las comunidades más necesitadas.
Para otros, los que ponen el énfasis en lo social, los Bankomunales son una expresión de los mejores valores asociativos y comunitarios. Un lugar de encuentro entre individualidades, que por obra de los reales, se convierten en comunidad.
Los muy centrados en realidades del día a día, consideran los Bankomunales como el lugar donde se “resuelven los altibajos económicos”. Una tipo de regulador de los vaivenes, que me presta cuando necesito y que me permite guardar cuando me sobra.  
Los más conservadores, piensan que los Bankomunales son el sitio donde calmar algunas de las angustias mercantiles. Una especie de “fondo de emergencias” al cual acudir para salir de los apuros financieros. Con sus préstamos la gente paga las citas médicas, compra los cuadernos de los hijos, resuelve algunos tratamientos, pagan la residencia de los hijos que estudian fuera, o  hacen la fiesta donde celebrar los logros de la vida.

Muchos han encontrado en el Bankomunal un mecanismo para, paso a paso levantar hogares y familias. Un crédito para bloques, el otro para cemento. Más adelante el techo, la porcelana y poco a poco, mejor vida.
Para los más osados económicamente hablando, el Bankomunal es negocio, inversión, ganancia, crecimiento y dinero en los bolsillos.  Esos nos narran con orgullo, de la bodega que siempre soñó y que ahora es soporte de los hijos. De la máquina de coser que nunca alcanzaba y que, gracias al Bankomunal se ha vuelto vestido, camisa y alimento. Hay Marías, Omairas, Teresas, lusbely, Rosas, Juanes y Pedros que nos recuerdan con cierta jactancia, que con el crédito compraron la maquina, la mercancías, las semillas, los víveres, la sierra, la pala, el pico, las cabillas, el fertilizante, la computadora, el refrigerador y los sueños de riqueza en el futuro.    
A algunos les gusta decir que los Bankomunales son escuela que enseña de lo humano, lo social  y lo financiero. Un tipo de proceso transformador que introduce valores y cambia la relación con el dinero. Algo así como un des-mistificador que a fuerza de fijar tasas, determinar capacidad de pago, calcular ganancias  y medir riesgo, la gente va adquiriendo la destreza de  manejar el dinero eficientemente.
Y es cierto, los Bankomunales son todas esas cosas juntas y aún más. Pero para mí, son una pasión que ha ocupado mi vida por casi 20 años. Una suerte de cleptómano que en ocasiones y sin permiso,  me roban la identidad y ya no soy  “Salomón el hijo del turco Pablo”, sino “Salomón el de los Bankomunales” .
Al igual que cualquier otra pasión, los Bankomunales tienen en mi alma una cara hacia la luz y otra hacia las sombras. En ellos he encontrado una forma de calmar la locura de aquel, que como el quijote, buscó molinos y vientos. Sus sombras me han hecho profesar sin control alguno, que está listo el barro para que de nuestro aliento, brotara una nueva manera de hacer finanza. “Banko de la gente y para la gente”  fue la frase de algún trasnocho.
Pero es que  cuando el mundo buscaba en los rastrojos de la economía “plata para dar crédito a los pobres”, nosotros con osada desfachatez, nos pusimos a corear: “Los pobres son auto-financiables”
Pero hay también una cara hacia la luz. Y es allí cuando la risa de una mujer en Margarita, también brilla en los labios de otra en Senegal. Y el emigrante de España, sentía el mismo orgullo que el artesano de Colombia. Y aunque fuesen monedas distintas, los montos que la gente juntaba en Chile o en Perú, cubrían necesidades muy parecidas en Venezuela o Indonesia.
Otra Microfinaza ha nacido y no solo entre las voces de los Bankomunales, sino entre los miles de grupos que con otros nombres, hacen ahora lo mismo que nosotros: Usan el propio dinero de la comunidad, para financiar a la misma comunidad, sin necesidad de recurrir a los externos.
Hay demencias colectivas y a esta de los Bankomunales se le han ido pegando voluntades en el camino. Están primero los hombres y las mujeres de las comunidades, protagonistas indiscutibles de esta historia. Pero también han llegado Empresas, estudiantes, investigadores, antropólogos, banqueros, psiquiatras, periodistas, artistas, sociólogos y en fin, un montón de insensatos cautivados por el transitar de los Bankomunales y su gente.


 



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